La colección permanente del Museo del Prado alberga más de 1.000 obras de arte. Todas ellas imprescindibles. Aunque para los que carezcan del tiempo necesario para detenerse en cada una de ellas y busquen rentabilizar al máximo su visita a la mejor pinacoteca del mundo apareciendo los mejores tesoros de la colección, recopilamos un listado con las consideradas por los expertos como las obras maestras imprescindibles que no puedes dejar pasar en una visita al Museo del Prado.

Plano del Museo del Prado

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Plano del Museo Del Prado, con las principales obras destacadas.
Plano del Museo Del Prado, con las principales obras destacadas.

El Caballero de la mano en el Pecho, El Greco

El Caballero de la mano en el pecho, El Greco. Hacia 1580.
El Caballero de la mano en el pecho, El Greco. Hacia 1580.

El Greco, con su particular y lóbrego estilo, fue uno de los principales retratistas de su época. Aunque su obra más conocida (El entierro del conde Orgaz) se conserva en una pequeña iglesia de Toledo (a escasos kilómetros de Madrid), la pinacoteca madrileña tiene uno de sus más famosos retratos: El Caballero de la mano en el Pecho. Todavía no se ha logrado averiguar la identidad del caballero, con hipótesis tan diferentes como un autorretrato del propio Greco, su gran amigo Miguel de Cervantes o el secretario de Felipe II, Antonio Pérez. La más convincente es la que habla del tercer marqués de Montemayor, Juan de Silva y de Ribera, nombrado por el rey jefe militar del Alcázar de Toledo.

Las hilanderas (o La Fábula de Aracne), Diego Velázquez

Las Hilanderas, Diego Velázquez. 1655-1660.
Las Hilanderas, Diego Velázquez. 1655-1660.

Las diferentes lecturas que tiene la obra “Las Hilanderas” de Diego Velázquez suman todavía más valor a uno de los más conocidos cuadros del pintor.

Por un lado, en un simple vistazo puede reconocerse una escena costumbrista de la época en la que se puede observar una situación cotidiana en un taller de tapicería con un primer plano en el que el pintor representó tareas relacionadas con el hilado y un fondo con unas damas de pie ante un tapiz.

Por otro lado, en los años 30 y 40 del siglo XX, varios críticos e historiadores expresaron su creencia de que la obra, aparentemente costumbrista, tenía un contenido mitológico, viendo sus sospechas confirmadas al encontrarse en un inventario de bienes del Alcázar una obra llamada Fábula de Aracne del mismo año y tamaño que Las Hilanderas. los elementos mitológicos pueden verse en el espacio del fondo, donde la diosa Palas, armada con casco, discute con Aracne, compitiendo sobre sus respectivas habilidades en el arte de la tapicería. Tras ellas se encuentra un tapiz que reproduce El Rapto de Europa, que pintó Tiziano para Felipe II, y que a su vez Rubens copió. Era una de las historias eróticas de Júpiter, padre de Palas, que Aracne había osado tejer y que sirvieron de excusa para convertirla en araña.

La maja desnuda, Francisco de Goya

La Maja Desnuda, Francisco de Goya. 1795-1800.
La Maja Desnuda, Francisco de Goya. 1795-1800.

Otro de los grandes misterios de la pintura y del Museo del Prado es la identidad de una de las obras más internacionales de Francisco de Goya, La Maja Desnuda. Pintada al estilo venus en un momento en el que este tipo de desnudos era tan inusual en la pintura española. Mucho se ha insinuado que la protagonista de la escena era la Duquesa de Alba, fomentado en parte por las historias de amor entre la aristocrática y el pintor. También se la vinculó con Pepita Tudó, amante de Godoy, la persona que encargó el cuadro. También se ha descartado, gracias a las nuevas tecnologías, que con posterioridad Goya alterara los rasgos de la cara para evitar su identificación. Goya dispuso a “La maja” con los brazos entrecruzados por debajo de la cabeza, composición que recuerda a la famosa escultura clásica de Ariadna dormida, aunque descartó las referencias a cupido que suelen acompañar a la diosa y la colocó en un canapé moderno y no en el lecho clásico.

Chicos en la playa, Joaquín Sorolla

Chicos en la Playa, Joaquín Sorolla. 1909.
Chicos en la Playa, Joaquín Sorolla. 1909.

Una de las obras cumbre del pintor, en la que aparecen los cuerpos desnudos de unos niños jugando tumbados en la orilla de la playa. Se cree que se realizó en el verano de 1909 durante la estancia de Sorolla en Valencia, pese a estar firmada en 1910. Sorolla retrata la escena de playa en un primerísimo plano que evita dibujar el horizonte, centrándose especialmente en el movimiento de las aguas y, junto a ello, los destellos de la luz en el mar y en el cuerpo de los niños, así como los reflejos y sombras que aportan un impresionante abanico de colores.

El sueño de Jacob, Ribera

El Sueño de Jacob, José de Ribera. 1639.
El Sueño de Jacob, José de Ribera. 1639.

El cuadro narra el sueño misterioso del patriarca Jacob, según relata el Génesis en la Biblia, quien aparece dormido, recostado sobre el brazo izquierdo. Detrás de él se encuentra un árbol y al otro lado la escala de luz por la que suben y bajan los ángeles. Tiene especial interés, además de por su capacidad técnica para la luz y los colores, por su manera de humanizar los episodios bíblicos a través de escenas aparentemente cotidianas como podría ser un simple pastor descansando en el camino. La visión en primer plano del personaje sólidamente construido y los rasgos realistas de la escena sirven para hacer verídico el sueño milagroso, que se describe en un haz de luz bajo un cielo azul y gris.

Las tres gracias, Rubens

Las Tres Gracias, Rubens. 1630-1635.
Las Tres Gracias, Rubens. 1630-1635.

La figura de las tres gracias (las hijas de Júpiter y Eurymone: Aglae, Eufrosina y Talía) simbolizan diferentes conceptos desde la antigüedad. Hesíodo las asoció en la Ilíada con la diosa Afrodita, convirtiéndose así en símbolo de la belleza, el amor y la fertilidad. Pero también se relacionaban con la generosidad y la amistad. Rubens las sitúa en un escenario donde vemos a un Cupido con una cornucopia de la que sale agua y una guirnalda de flores, que actúa como telón. Influenciado por su situación personal, recién casado con la joven Helena Fourment, esta obra se enmarca en su última etapa y está caracterizada por la alegría, belleza y sensualidad de sus últimas obras. De hecho, la tabla no fue un encargo, dino una empresa personal. Los rasgos de la diosa de la izquierda se han identificado con una versión idealizada de su propia esposa.

El Jardín de las Delicias, El Bosco

El Jardín de las Delicias, El Bosco. 1490-1500
El Jardín de las Delicias, El Bosco. 1490-1500

Sin duda, es uno de los grandes atractivos del Museo del Prado. Su sala siempre está llena de gente que lo rodea y analiza desde todas las perspectivas posibles. Se trata de una inquietante e hipnótica pintura, que no puedes dejar de observar y buscar diferentes detalles. Se trata de la creación más compleja y enigmática de Bosco. Se dice que representa el destino de la humanidad, aunque es necesario pararse e identificar cada una de las tablas que componen el complejo tríptico de madera.

Con el tríptico cerrado, algo que se puede observar parcialmente rodeando la obra, el Bosco reproduce en tonos grises y oscuros el tercer día de la creación del mundo, cuando se separaron las aguas de la tierra y se creó el paraíso terrenal, apareciendo arriba a la izquierda Dios Padre como creador.

Con el tríptico abierto, en brillantes colores que contrastan con lo anterior, el pintor incluyó tres escenas que tienen como único denominador común el pecado, que se inicia en el Paraíso del panel izquierdo, con Adán y Eva, y recibe su castigo en el Infierno del panel derecho. El panel central muestra un paraíso engañoso a los sentidos, entregado a la lujuria.

Aunque el pecado es el nexo de unión, profundizando en la compleja iconografía se puede ver que el primer panel habla de la presentación de Eva a Adán por Dios Padre, como símbolo de la institución del Matrimonio, con un falso paraíso del amor en la tabla central. En esta panel intermedio el Bosco representó a hombres y mujeres que creen vivir en un Paraíso para amantes, pero que es falso y no tiene más destino que el del castigo del infierno, representado en el tercer panel. Se transmite así un mensaje pesimista sobre la fragilidad y el carácter efímero de la felicidad o de los placeres pecaminosos.

Se trata sin duda de uno de esos cuadros en el que los visitantes pueden sentarse a contemplar y descubrir detalles e iconografías durante horas sin percatarse del paso del tiempo.

David vencedor de Goliat, Caravaggio

David vencedor de Goliat, Caravaggio. Hacia 1600.
David vencedor de Goliat, Caravaggio. Hacia 1600.

Caravaggio, uno de los maestros del claroscuro, representa en esta obra la clásica escena de la Biblia en la que el joven pastor David da muerte con su honda al gigante Goliat, tras lo cual le corta la cabeza para exhibirla en el triunfo. Sorprende su originalidad, pues el hecho de atarle los cabellos al gigante para mostrar su cabeza carece de antecedentes ni es nombrado en pasaje bíblico alguno, al igual que su capacidad para, con tan sólo tres colores(ocre, blanco y negro) dar lugar a un cuadre con tantos matices y expresividad.

Las Meninas, Diego Velázquez

Las Meninas, Diego Velázquez. 1656
Las Meninas, Diego Velázquez. 1656

Las Meninas es, en sí misma, motivo suficiente para visitar el Museo del Prado. Se trata de una de las obras pictóricas más conocidas de la historia y, sin duda, la joya del museo. Sorprende además que, pese a lo estudiado del cuadro, todavía haya misterios por resolver como el del espejo y el cuadro oculto, lo que hace que millones de personas se acerquen cada año fascinados por la obra más valiosa del pintor. Destacan el manejo de la perspectiva aérea y del claroscuro, que consiguen dotar de profundidad a la escena, así como el nivel de detalle de los personajes y la inclusión de su autorretrato.

Sabemos que se pintó en 1656 en el Cuarto del Príncipe del Alcázar de Madrid, que a su vez es el escenario de la acción. Los personajes son servidores palaciegos que se disponen alrededor de la infanta Margarita, a la que atienden doña María Agustina Sarmiento y Doña Isabel de Velasco, meninas de la reina. Además, podemos ver al propio Velázquez trabajar ante un gran lienzo cuyo contenido desconocemos, a los enanos Mari Bárbola y Nicolasito, que azuza a un mastín, a la dama de honor doña Marcela de Ulloa y, al fondo, asoma José Nieto, aposentador. En el espejo se ven reflejados los rostros de Felipe IV y Mariana de Austria, padres de la infanta y testigos de la escena.

Las meninas tienen un significado inmediato accesible a cualquier espectador: un retrato de grupo realizado en un espacio concreto y con protagonistas identificables. Además, sus valores estéticos son evidentes, juntando uno de los espacios más creíbles de la historia de la pintura con una composición que reparte detalles por toda la superficie.

Pero, como es habitual en Velázquez, lo aparente no es su único significado. Las Meninas es una obra que posee numerosos significados que pertenecen a campos de la experiencia diferentes, convirtiéndolo en una de las obras maestras de la pintura con mayor cantidad y variedad de interpretaciones. Existe, por ejemplo, una reflexión sobre la identidad regia de la infanta, lo que, por extensión llena el cuadro de contenido político. Pero también hay varias referencias importantes de carácter histórico-artístico, que se encarnan en el propio pintor o en los cuadros que cuelgan de la pared del fondo; y la presencia del espejo convierte el cuadro en una reflexión sobre el acto de ver y hace que el espectador se pregunte sobre las leyes de la representación, sobre los límites entre pintura y realidad y sobre su propio papel dentro del cuadro.

El 3 de Mayo en Madrid, Francisco de Goya

El 3 de Mayo en Madrid o “Los Fusilamientos”, Francisco de Goya. 1814.
El 3 de Mayo en Madrid o “Los Fusilamientos”, Francisco de Goya. 1814.

Tanto por su valor artístico, como por su significado histórico en la ciudad, este cuadro es uno de los grandes favoritos entre los millones de visitas que recibe el Museo del Prado de Madrid. Representa uno de los más terribles acontecimientos producidos durante el levantamiento contra los franceses en España. Goya reflejó los violentos enfrentamientos del 2 de Mayo de 1808 durante la guerra de la Independencia ante los franceses en dos cuadros. Por un lado reflejó el violento ataque del pueblo de Madrid a los tropas francesas en la mañana del 2 de Mayo (en el cuadro El 2 de Mayo en Madrid, también conocido como “La lucha con los mamelucos”) y por otro lado la consiguiente represalia del ejército francés ese mismo día y al día siguiente. Se cree que Goya situó la escena en la Montaña de Príncipe Pío, donde se produjeron los principales fusilamientos y donde hoy en día puede visitarse el Templo de Debod.

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